La imagen del canterano del Barcelona en el lateral se vuelve a repetir. Como ya había ocurrido en Copa del Rey ante el Guadalajara, Marc Casadó terminó el partido como lateral derecho, esta vez en un escenario de máxima exigencia como La Cerámica. La salida de Jules Koundé, que pidió el cambio en el tramo final por molestias, obligó a Hansi Flick a recomponer la defensa, y el elegido fue de nuevo el canterano.
No fue una improvisación absoluta. Flick ya había probado esa vía días antes y volvió a confiar en ella en un partido clave para cerrar el año y asegurar el liderato. Casadó entró con el equipo defendiendo ventaja y cumplió desde la sobriedad, sin estridencias, entendiendo los tiempos y cerrando su banda en un contexto exigente.
El lateral derecho, un hueco real en la plantilla
El movimiento explica también un problema estructural. Con Eric García asentado en el centro del campo, la baja prolongada de Christensen y la ausencia de Araújo, Koundé se ha quedado sin un relevo natural en el lateral derecho. Flick lo sabe y, ante la falta de fichas específicas, ha optado por la polivalencia como solución interna.
Casadó no es un lateral clásico, pero su formación como mediocentro le permite interpretar bien cuándo cerrar por dentro y cuándo fijar abierto. Ya en el Barça Atlètic había actuado en esa demarcación en varias ocasiones, y ese bagaje explica que el cuerpo técnico lo vea como un parche fiable cuando el calendario aprieta y las opciones escasean.
Un salvavidas también para Casadó
Más allá de la emergencia colectiva, el contexto también beneficia al propio jugador. La temporada de Casadó venía marcada por la intermitencia y la fuerte competencia en la medular, donde Frenkie de Jong, Pedri, Marc Bernal y el propio Eric García le habían ido cerrando espacio. El lateral derecho aparece ahora como una puerta alternativa para sumar minutos y seguir en la rotación.
No cambia su rol principal ni su perfil de futuro, pero sí redefine su presente. En un Barça corto de efectivos atrás y con un calendario que no concede tregua, Casadó ha pasado de ser una opción secundaria a convertirse en una solución práctica y recurrente. Y tras Villarreal, ya no es solo un experimento, es una carta real en la baraja de Flick.






