Santi Cazorla y el Madrid: la historia que no sucedió

El 27 de agosto de 2008 arrancó con una llamada entusiasta. Santi Cazorla avisaba a su amigo Iker Casillas de que, al fin, vestirían la misma camiseta también a nivel de club. El interés del Real Madrid se había mantenido durante dos cursos y, por fin, parecía cristalizar. Con Robinho a un paso de hacer las maletas, el asturiano era la pieza elegida para ocupar su hueco.

Aún no había cumplido 24 años, acababa de levantar la Eurocopa 2008 y brillaba en un Villarreal que peleaba de tú a tú con los gigantes de la Liga. La dirección deportiva encabezada por Pedja Mijatovic y con Fabio Capello en el banquillo veía en él el relevo perfecto. Durante aquellas doce horas, todas las partes ,sobre todo el propio Cazorla, se sintieron parte de un acuerdo histórico.

A media mañana, tras un entrenamiento, las cámaras de la desaparecida Canal 9 captaron al mediapunta apoyado en una valla de la ciudad deportiva. Sonriente, le soltó a Casillas: “Bueno, trátame bien ahí, ¿eh? Apóyame un poco que voy de nuevo y no tengo ni puta idea, ¿eh?”. El gesto fraternal ilustraba la ilusión del jugador, que ya había buscado casa en la capital junto a su esposa. Incluso comentó a David Villa la opción de que ambos aterrizaran en Chamartín.

Los planes incluían presentación en el Santiago Bernabéu al día siguiente y el dorsal ya estaba asignado. Desde la medianoche hasta el mediodía, Ramón Calderón y Fernando Roig parecían de acuerdo: 16 millones por la cláusula y, a ser posible, transformar el pago en traspaso para ahorrarse el 43 % de IVA. Sin embargo, el mandamás groguet cerró la puerta de golpe cuando el club blanco quiso eludir impuestos: reclamó 28 millones de euros íntegros o nada.

En una sola reunión, Roig persuadió a su Santi Cazorla para quedarse: mejora salarial inmediata y revisión de cláusula. Argumentó la feroz competencia que encontraría en su nuevo destino, con Arjen Robben y Rafael van der Vaart en su posición, y apeló al proyecto ambicioso del Submarino.

Mientras tanto, la directiva merengue demoró pasos clave; aquella vacilación acabó por minar la operación. Desde la casa blanca se insinuó que al jugador le faltaba hambre, pero él replicó con elegancia: “El Villarreal posee tanta ambición como cualquiera; me quedo porque allí me demostraron mayor cariño”.

Permaneció tres campañas más y sólo abandonó el club tras ganar otra Eurocopa y probar fortuna en la Premier. Para cuando el Madrid volvió a interesarse en 2013, con una oferta que incluía también a Isco, José Mourinho tumbó la idea y se apostó por Luka Modrić.

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