El futbolista neozelandés tendrá la oportunidad de enfrentarse al Bayern de Múnich, uno de los gigantes del fútbol europeo. Para Bevan será un encuentro especial, ya que una de sus mayores ilusiones es marcar un gol al equipo muniqués.
Desde las canchas locales de Auckland hasta el escenario global del Mundial de Clubes, el camino de Myer Bevan ha sido todo menos fácil. A sus 27 años, ha vivido una carrera marcada por la perseverancia, lejos de los focos y del ruido mediático. Su historia no es la de un talento precoz que deslumbró desde niño, sino la de un delantero que ha tenido que buscar su sitio en ligas menores, aprender a vivir con la incertidumbre y mantenerse firme cuando las oportunidades escaseaban.
Bevan se formó en la estructura local de Nueva Zelanda, un país donde el fútbol vive a la sombra del rugby. Aun así, su talento le permitió cruzar fronteras. Jugó en el Vancouver Whitecaps, en la Major League Soccer, y pasó por equipos como Fresno FC, Real Monarchs o el TS Galaxy sudafricano. No fueron etapas glamorosas, pero sí fundamentales para forjar su carácter competitivo. En cada destino, Bevan dejó goles, entrega y una ética de trabajo que lo define hasta hoy.
Ahora, de vuelta en su país y consolidado como líder del Auckland City, vive el mejor momento de su carrera. Ha sido el máximo goleador del club esta temporada y una pieza clave para conquistar el título continental de Oceanía, que le ha abierto las puertas del nuevo Mundial de Clubes. Un torneo que, en su nueva versión, amplía la participación de equipos y ofrece escenarios inéditos para jugadores de ligas modestas. Es, en esencia, una vitrina global donde historias como la de Bevan pueden brillar por un instante.
¿Cuál es la misión de Bevan?
Este verano, liderará al Auckland City en un cruce que parece sacado de un guion de cine: enfrentarse al Bayern de Múnich, uno de los gigantes del fútbol europeo. La distancia entre ambos clubes es enorme. Mientras el Bayern acumula títulos de Bundesliga, Champions y cuenta con figuras internacionales, Auckland City representa el amateurismo convertido en hazaña: un equipo semiprofesional que ha dominado su región sin perder su humildad.
Bevan no se engaña. Sabe que su equipo no parte como favorito, ni mucho menos. Pero también que el fútbol, por caprichoso e impredecible, a veces concede momentos de gloria a quienes no estaban en el reparto principal. Él quiere ser uno de ellos. No necesita grandes estadísticas ni portadas; le basta con una jugada, un remate, una oportunidad. Su objetivo no es ganar el partido, aunque nadie lo descarta, sino dejar una huella. Marcar un gol al Bayern sería, para él, como tocar el cielo.
Y no sería solo un éxito personal. Sería un símbolo para el fútbol neozelandés, un país que aún lucha por hacerse un sitio en la élite internacional. Sería una inspiración para los jóvenes que entrenan en campos humildes, convencidos de que el talento, con trabajo y constancia, puede cruzar fronteras. Y sería, sobre todo, un premio para un jugador acostumbrado a pelear desde la sombra. Myer Bevan no busca fama. Busca ese instante eterno que hace que una vida entera de sacrificios tenga sentido. Porque a veces, un solo gol basta para cumplir un sueño.