En un día en el que el fútbol era lo de menos, Luka Modrić y Carlo Ancelotti se han despedido de la afición del Real Madrid. El Santiago Bernabéu ha vivido esta tarde una jornada especial, el ambiente es de gala: se despide Luka Modric, Carlo Ancelotti comienza su andadura con Brasil, y Kylian Mbappé sigue escribiendo su historia con letras doradas. El francés ha marcado en la primera parte y ya supera a Gyökeres en la lucha por la Bota de Oro. Lo ha hecho tras un penalti provocado por Arda Güler: falló en primera instancia, pero no perdonó el rechace.
El Bernabéu se vistió de emoción. Luka Modric, eterno ’10’, ha disputado su último partido de Liga en casa como jugador blanco. Ancelotti, con su serenidad de siempre, dirige sus últimos minutos como entrenador blanco, el técnico Italiano se va como el entrenador más laureado del Real Madrid. Ambos se llevan ovaciones, pancartas y, sobre todo, una grada volcada con dos leyendas vivas del madridismo.
No llores porque terminó.
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Sonríe porque sucedió. pic.twitter.com/Asqc6leHh0
Mbappé quiere la bota de oro
Otro tanto del francés, Mbappé sumó un nuevo argumento en su primera temporada vestido de blanco. Llegó como el fichaje que hacía invencible al Real Madrid y se va a ir del curso como el máximo goleador de Europa… si nadie lo remedia. Su ambición no tiene techo, y hoy lo ha dejado claro: al primer penalti, lo tiró. Al primer falló, y respondió con gol en el mismo rechace.
La acción del gol resume bien el Madrid del futuro. Güler, descarado, provocó un penalti con una jugada brillante. Mbappé, que falló desde los once metros, no dejó escapar el rechace. Uno lo provoca, el otro lo convierte. El presente y el futuro del Real Madrid.
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Volvió a aparecer, quien sino, Mbappé otra vez, para marcar su doblete y dejar aún más larga la distancia entre sus perseguidores en la lucha de la bota de oro. Buena asistencia de Vini, que dejaba al francés prácticamente mano a mano frente a Marrero, ya son 43 dianas en lo que va de temporada.
El último adiós de dos leyendas del club blanco

Pocas veces un partido de fútbol ha sido tan irrelevante frente a la magnitud emocional del contexto. El Santiago Bernabéu se convirtió en un templo de gratitud, donde los aficionados fieles no acudieron tanto por los goles como por la necesidad de despedirse de dos de sus santos: Carlo Ancelotti y Luka Modric. El resultado y el rival fueron casi anecdóticos. El técnico italiano quiso firmar su último servicio al club con una victoria elegante, mientras que Modric, ejemplo de constancia y excelencia, ofreció otra lección magistral de juego. En medio de la nostalgia y las ovaciones, flotaba una pregunta silenciosa, ¿serán reemplazables alguna vez?
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Pero más allá del marcador, lo que se celebró fue un estilo, una forma de entender el fútbol desde la educación, la humildad y el respeto por la camiseta. Modric, que ha mantenido la excelencia durante trece años sin bajar jamás del notable, volvió a ser el epicentro de un equipo que giró a su alrededor como un homenaje vivo. Ancelotti, por su parte, no solo puso al servicio del colectivo su talento táctico, sino también su clase humana, regalando una despedida que fue puro Madrid: sobria, emocionante y triunfal.