Hay clubes en los que hacer tu trabajo no es especialmente fácil, uno de esos clubes es sin duda el RCD Espanyol. Una entidad histórica, con 88 temporadas en la máxima categoría, que en los últimos años se ha visto abandonada por una propiedad cuyo único interés parece ser, vender los máximos activos posibles y destruir poco a poco a uno de los grandes de nuestro fútbol.
Entre todo este desierto, con el Espanyol deambulando en segunda división, y con el serio riesgo de no ascender ese mismo curso, apareció un oasis llamado “Manolo González”. Un técnico que más allá de méritos deportivos, le otorgó una identidad al club, unió a la afición, y se encargó, por activa y por pasiva, de recordar a todos los pericos la grandeza del RCD Espanyol.
Así, todo parecía escrito, y aquel 23 de junio, como si de una especie de conjuro mágico se tratase, la mezcla de trabajo, pasión y amor por unos colores, acabó dando como resultado un ascenso de categoría, y con ello, la primera gran noche de Manolo González con el Espanyol.

El debut en Primera
Este curso 24-25 suponía un reto para los pericos y, sobre todo, para Manolo González. El debut en la máxima categoría de un entrenador, unido a una plantilla joven, corta y con una falta de talento muy evidente llenaban de pesimismo los pensamientos de los aficionados blanquiazules. A todo esto, hay que sumar la incapacidad económica para llevar a cabo fichajes, que dejó a Fran Garagarza con una mano delante, otra detrás, y los bolsillos vacíos.
El comienzo fue como se esperaba, muy duro, y los resultados no acompañaron al Espanyol, así se llegó al momento más crítico de la era Manolo González. La goleada en Montilivi dejó muy tocada la figura del gallego, y la sombra de Sergio González empezaba a sobrevolar el RCDE Stadium, pero fueron los propios pericos y Fran Garagarza los que se encargaron de zanjar las dudas: Manolo es intocable.

Nuevo año y nuevos nombres
La llegada del 2025 trajo consigo la inauguración del mercado invernal, y con ello, la llegada de dos hombres fundamentales para explicar el resurgir del RCD Espanyol: Urko González y Roberto Fernández.
El vasco ha sido el eje sobre el que Manolo ha construido, fiabilidad y equilibrio para un equipo que tendía a partirse con mucha facilidad. Por su parte, el de Puente Genil ha sido oxígeno y gol para los pericos, ha paliado una necesidad evidente y se ha metido a todos los aficionados en el bolsillo gracias a sus cinco tantos.

El resurgir del mágico
Con 16 puntos en 19 jornadas cerraba el Espanyol su primera vuelta, unos números pobres que no le iban a permitir salvar la categoría en caso de seguir así. Pero gracias al trabajo de Manolo González, a la confianza mostrada por la dirección deportiva y toda la afición, unido al plus del mercado invernal, han servido para que el mágico salga del descenso y vea más cerca la permanencia.
En este momento, en la jornada 31 (30 para el Espanyol), los de Manolo González suman 35 puntos, es decir ha sumado 19 puntos en 11 jornadas de segunda vuelta, con únicamente dos derrotas y colocándolo como equipo europeo si sólo se contase está parte de la temporada.

¿Un futuro juntos?
La realidad es que de poco sirve pensar en el futuro cuando aún no se ha conseguido el objetivo del presente curso. Pese a que la IA solo da un 4% de opciones de descender al RCD Espanyol, desde el club no quieren relajarse y sólo piensan en finiquitar el trabajo cuanto antes. Una vez sellada la permanencia, Manolo González tiene una cláusula que le renovaría el contrato una temporada más, aunque el técnico ya ha avisado, sólo se quedará si todas las partes están de acuerdo.
Llegados a este punto, todas las partes parecen destinadas a entenderse, y salvo sorpresa mayúscula, la historia de amor entre Manolo y el RCD Espanyol tiene muchos capítulos por escribir.