Remontada con sello brasileño para el Fluminense. A veces el fútbol necesita algo más que táctica o músculo: necesita alma. Y eso fue lo que derramó Fluminense en su espectacular remontada ante el Ulsan HD coreano en el MetLife Stadium. Un 4‑2 que empezó con esperanza, se tiñó de drama y acabó en fiesta. Una noche para el recuerdo, con una remontada con sello brasileño.
La primera media hora fue un aviso de lo que se venía. Jhon Arias, con esa clase que lo caracteriza, levantó a los suyos con un golpeo de falta perfecto. La pelota se coló por la escuadra derecha mientras el estadio explotaba en ovación. Pero el guion estaba lejos de terminar. El Ulsan, lejos de amedrentarse, mostró por qué está en esta Copa. Con una presión alta y combinaciones rápidas, asfixió al Flu. Lee Jin‑Hyun aprovechó un rechace para empatar con un zurdazo seco, y en el añadido de la primera parte, Um Won‑Sang silenció a los brasileños con un tanto letal tras una contra vertiginosa.
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El descanso fue un suspiro para Renato Gaúcho, que vio cómo su equipo se iba al vestuario en estado de shock. Pero el técnico sacó la varita. Introdujo a Keno y Nonato, y con ellos, el Fluminense cambió la cara y el destino. En el 66’, el propio Nonato firmó el empate con una volea cruzada tras una jugada trenzada desde campo propio. Era el primer zarpazo de la bestia carioca que, a partir de ahí, se desató. Minuto 83. Córner desde la izquierda. Arias, siempre Arias, pone la pelota con música y Juan Pablo Freytes vuela para cabecear con alma de delantero. 3‑2 y delirio en Nueva Jersey, pero aún quedaba una firma más. En el 92′, Arias volvió a frotar la lámpara y sirvió un centro quirúrgico que Keno cabeceó como en el patio de su infancia. Gol, sentencia y pasaporte casi sellado para octavos.
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Los cambios de Renato, clave táctica y un golpe anímico
El técnico brasileño leyó el partido con precisión de cirujano. El ingreso de Nonato reequilibró el medio, mientras que Keno le dio desborde y velocidad al frente de ataque. La remontada no fue solo fútbol: fue también una lección de lectura de juego. Además, el balón parado fue una baza ganadora. Dos goles nacieron desde la pizarra. El Ulsan lo intentó, pero la máquina carioca tenía un plan y lo ejecutó con precisión quirúrgica.
Fluminense no solo ganó. Fluminense creyó, resistió y venció. Ulsan, por su parte, se despide del torneo mostrando una imagen valiente, pero sin premio.