Tchouaméni, cada vez más intocable

El francés es el eje del nuevo esquema de tres centrales
Tchouaméni jugando contra el Salzburgo / Vía X: @RealMadrid

Desde aquel despertar a mitad de la temporada pasada, Tchouaméni se ha convertido en uno de los pilares del Real Madrid. Su presencia es más que obligatoria. A través del francés, el club merengue tiene un puente entre defensa y mediocampo. Con la reciente llegada de su nuevo entrenador Xabi Alonso, Aurélien ha tenido que volver a la posición de central que tantas pesadillas le dio. Sin embargo, el nivel que está demostrando es más que sobresaliente, y parece que ocupará el puesto por mucho tiempo.

El nivel que está demostrando el francés es digno de calificarle como el mariscal de la defensa blanca. A pesar de no ser su posición natural, Tchouaméni ha logrado adaptarse al puesto de central. Aurélien parte desde atrás, pero eso no le impide desarrollar la salida de balón. En el partido de octavos de final del Mundial de Clubes ante la Juventus, Tchouaméni fue el futbolista con más pases realizados del encuentro (81). De esos pases, el 14 del Real Madrid falló solo 2. Es decir, tuvo un 98% de precisión en el pase. Por mucho que retroceda su posición, su alma de pivote permanece dentro de él.

En cuanto a estadísticas defensivas, el francés tuvo un poco de todo. Dos intercepciones, dos despejes (uno de cabeza), dos recuperaciones y tan solo fue regateado en una ocasión. A lo mejor hay quien le parezca que no son las mejores estadísticas, pero hay que tener en cuenta un detalle: comparte defensa con otros dos jugadores. Entre Huijsen, Rüdiger y Tchouaméni se distribuyen las tareas defensivas, por lo que los números serán más neutrales.

Su poderío aéreo también se hizo de notar. En un centro, Tchouaméni remató de cabeza y estuvo a punto de anotar gol para el Real Madrid. Ese fue el único duelo aéreo que ganó de los dos que disputó en el partido contra la Juve. Cada vez domina más las jugadas a balón parado del Real Madrid, siendo el objetivo principal de los centros.

Ha nacido un nuevo fenómeno de masas: el fanatismo por Tchouaméni. Y no es para menos. El mediocentro francés se ha ganado, a pulso y con silencio, un lugar privilegiado en el corazón de los aficionados. Su fútbol no busca el foco, pero inevitablemente lo encuentra. Tchouaméni es el engranaje que hace girar la máquina, el tipo que está donde hay que estar y resuelve antes de que el caos asome.

Tchouaméni antes de un partido / Vía X: @RealMadrid

El fanatismo que despierta no es ruidoso ni superficial: es un fervor inteligente. Los hinchas se han dado cuenta de que hay arte en interceptar un pase, poesía en una cobertura precisa y magia en salir limpio de una presión imposible. Y ahí, Tchouaméni se ha convertido en una referencia estética y táctica. Ya no solo se celebran los goles; se aplaude una recuperación limpia, un giro preciso, una conducción que rompe líneas.

Lo curioso del caso Tchouaméni es que representa un nuevo tipo de ídolo moderno: uno que no necesita gestos grandilocuentes, ni celebraciones estridentes. Su carisma es futbolístico, puro. Con 24 años, ha pasado de ser un jugador de culto a convertirse en un símbolo de equilibrio, madurez y liderazgo. Y lo ha hecho sin alzar la voz. Solo con fútbol.

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