En el campeonato de Liga 2020/21, el Atlético de Madrid levantó su undécimo trofeo con un guion que mezcló la garra de Simeone, el gol de Luis Suárez y la solidez defensiva de siempre. Pero hubo un protagonista que trabajó entre bastidores, como un arquitecto silencioso que, desde la banda derecha, levantó una autopista hacia el éxito: Kieran Trippier.
El lateral inglés llegó al Atlético en 2019 como una apuesta exótica para LaLiga. Aquel jugador que maravilló en el Mundial de Rusia 2018 con la camiseta de Inglaterra pronto entendió que en el equipo del Cholo no bastaba con tener un pie preciso: había que aprender a sufrir. Y Trippier lo hizo, pero sin renunciar a su esencia.
Un asistente de lujo
En la 20/21, Trippier firmó 6 asistencias en Liga, varias de ellas decisivas en partidos donde el Atlético apenas encontraba huecos. Su capacidad para poner centros milimétricos desde posiciones profundas fue un arma letal para delanteros como Suárez o Marcos Llorente, que explotaron sus envíos al segundo palo.
Su sociedad con Llorente fue uno de los hallazgos tácticos del curso: el lateral atraía la presión, liberaba al centrocampista y, entre ambos, destrozaban defensas por el costado derecho. El gol de Suárez al Eibar en el Metropolitano (5-0) o el tanto de Llorente al Alavés en Mendizorroza (1-2) nacieron de su talento para leer la jugada un segundo antes que el resto.
Más que un lateral
Los números no cuentan todo: Trippier completó el 79% de sus pases en campo rival y fue el jugador de LaLiga con más cambios de orientación precisos (según datos de Opta), una estadística que refleja su papel como lanzador de contragolpes y abridor de juego. Además, su regreso tras una sanción de diez semanas por la FA fue un punto de inflexión: el Atlético había bajado su producción ofensiva sin él, y su vuelta devolvió equilibrio y profundidad.
El factor intangible
En un equipo en el que la defensa es un credo, Trippier fue el hereje que convenció al Cholo de que atacar también podía ser un acto de fe. Sus pases no solo buscaban compañeros: buscaban momentos. Momentos como aquel centro con rosca imposible que Suárez cazó en el área pequeña, o esa conducción serena cuando el reloj marcaba el minuto 90 y el título pendía de un hilo.
En la temporada 20/21, el Atlético tuvo a Oblak como guardián, a Suárez como verdugo y a Koke como brújula. Pero también tuvo a Trippier como arquitecto invisible. El título, al fin y al cabo, también se ganó a 40 metros del gol, en una banda derecha convertida en autopista hacia la gloria.