El FC Barcelona salió victorioso de La Cerámica tras imponerse por 0-2 al Villarreal en un partido trabajado, serio y con momentos de sufrimiento. Los azulgranas supieron golpear pronto y aprovechar las circunstancias para llevarse tres puntos clave que les permiten cerrar el año en lo más alto de la clasificación.
El encuentro comenzó con ritmo alto y un Barça decidido a mandar. Apenas habían pasado diez minutos cuando llegó la primera acción decisiva del partido: Raphinha fue derribado dentro del área y el árbitro no dudó en señalar penalti. El propio brasileño transformó la pena máxima con tranquilidad para adelantar a los visitantes.
El gol no hundió al Villarreal. Al contrario, el conjunto amarillo reaccionó bien, presionó arriba y buscó las bandas para generar peligro. Durante varios minutos el Barça tuvo dificultades para salir con claridad desde atrás y el partido entró en una fase más abierta, con mucho ritmo e intensidad.
El punto de inflexión llegó poco antes del descanso. Renato Veiga fue expulsado con tarjeta roja directa tras una dura entrada sobre Lamine Yamal, dejando al Villarreal con diez jugadores. La expulsión marcó el desarrollo del partido y dio aire a un Barcelona que había sufrido más de lo esperado en la primera parte.
Tras el descanso, el Barça bajó el ritmo y apostó por el control del balón. Con superioridad numérica, los de Hansi Flick movieron la pelota con paciencia ante un Villarreal replegado pero competitivo. El segundo gol llegó pasada la hora de juego: Lamine Yamal aprovechó un balón suelto en el área para firmar el 0-2, sentenciando el encuentro.
Con el marcador a favor, el Barcelona supo manejar los tiempos, aunque no se libró de algún susto. El Villarreal lo intentó hasta el final y obligó al portero azulgrana a intervenir con acierto para mantener la portería a cero.
El tramo final fue más de control que de brillo. El Barça no buscó hacer sangre y el Villarreal, ya sin fuerzas, no encontró el camino del gol. Al final, victoria sólida y madura de un Barcelona que no necesitó brillar para ganar en un campo siempre complicado.
