Barça e Inter, sin tregua ni dueño

Una noche de emociones extremas en Montjuïc, con remontadas, errores y destellos de talento que mantienen en vilo la semifinal de Champions.

El Estadi Olímpic Lluís Companys vivió un partido sin tregua ni dueño. Una de esas noches que justifican toda una temporada. Un empate 3-3 entre Barcelona e Inter de Milán que, más allá del marcador, dejó una catarata de sensaciones, temblores y detalles que alimentan el guion dramático de la Champions League. El Barça, que arrancó golpeado con un gol tempranero de Thuram y otro posterior de Dumfries, se levantó con alma y coraje gracias a un Lamine Yamal desatado y a la persistencia ofensiva de un equipo que sigue teniendo fe, aunque la defensa sea su mayor traición en un partido sin tregua ni dueño.

Fue un partido en espiral: empezó mal para los culés, se igualó antes del descanso con fútbol de calidad, y volvió a inclinarse para el Inter tras una nueva aparición de Dumfries en un balón parado. El gol del empate final llegó de forma caprichosa, con un disparo de Raphinha desviado por Sommer que se coló con dramatismo. El público, que por momentos contuvo el aliento, acabó de pie, reconociendo el esfuerzo y la épica.

Lo que parecía perdido acabó con tintes de esperanza. Pero el Barça sabe que para superar esta semifinal en el infierno del Meazza necesitará más que fe. Necesitará orden atrás y algo de fortuna. Porque la Champions no perdona.

Con solo 17 años, Lamine Yamal se ha convertido en el latido emocional del Barça. En su partido número 100 con la camiseta azulgrana, asumió galones y tiró del equipo en el momento más oscuro. Su gol, un zurdazo tras driblar hacia dentro desde la banda, no solo despertó al estadio: dejó helado al Inter.

No se arruga, no se esconde. Con cada toque demostró que su fútbol no entiende de edad ni de presión. Fue desequilibrante, provocó amarillas, y ofreció una personalidad impropia de su carnet de identidad. En una semifinal de Champions, Yamal pareció llevar una década jugando a ese nivel. Fue, sin duda, el jugador más determinante del Barça. Un fenómeno natural que ya marca la historia.

Si hay una figura que desestabilizó al Barça por arriba, esa fue Denzel Dumfries. El carrilero neerlandés del Inter marcó dos goles y generó constante pánico cada vez que el balón sobrevolaba el área culé. Su potencia física, lectura ofensiva y eficacia en el juego aéreo dejaron en evidencia a la zaga azulgrana, especialmente en los balones a balón parado.

El sistema de marcajes volvió a naufragar en las jugadas ensayadas, un mal recurrente para los de Hansi Flick. Si el Barça quiere sobrevivir en Milán, no solo deberá contener a Lautaro o Thuram: tendrá que ponerle una correa a Dumfries.

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