Anoche no hacía falta estar presente en el Bernabéu para escuchar la atronadora pitada de la afición al terminar el partido. Esa es la parte que más me impactó del 1-2 contra el City. No el resultado, no el juego, no las decisiones arbitrales. Los pitos. Porque cuando el Bernabéu pita, el mensaje es claro.
El equipo había hecho una primera parte decente, seguramente la mejor en semanas. Intensidad, presión, ganas, pero solo duró 45 minutos. En cuanto el City apretó y llegaron los goles, el Madrid volvió a caerse como viene pasando últimamente. Y ahí es cuando la afición explotó. Da igual que Xabi Alonso se dejara la voz, da igual que Rodrygo corriera como nunca o que Courtois levantara la mano para asumir errores. Los pitos fueron para la plantilla, y la bronca del final lo dejó claro.
El Bernabéu está cansado de promesas, de primeros tiempos esperanzadores, de “esta vez sí”. Cansado de que el equipo solo reaccione cuando está contra las cuerdas. Ya no vale competir bien, ya no vale perder con orgullo. En el Madrid solo vale ganar, y cuando el aficionado siente que el equipo no está a ese nivel, el estadio dicta sentencia.
Lo curioso es que Xabi, pese a todo, salió reforzado. Los aplausos fueron para él. Los pitos, para los jugadores. El mensaje fue claro: el problema no es el banquillo, es el campo. Y lo entiendo. Dos partidos seguidos en casa, dos derrotas. Esto no es normal en el Madrid. No lo ha sido nunca.
O el equipo responde ya, o el Bernabéu seguirá hablando. Y cuando habla, todos escuchan.






