Tiene 40 años y es el alma de Fluminense. Un palmarés legendario y la serenidad de quien ha ganado todo. Pero no solo importan sus logros: lo decisivo es que, vestido de verde y blanco, Thiago Silva está resucitando a Fluminense en el Mundial de Clubes. Ni su edad, ni los cánticos le quitan voz. Es el guía, el muro y el corazón del equipo. Thiago Silva es el alma de Fluminense.
En los octavos hubo una imagen que lo define: el central se lanzó a dar una arenga que se ha hecho viral, emocionando hasta las lágrimas. En el vestuario, mirando a los ojos a sus compañeros, recordó a su padrastro fallecido durante el Mundial 2014 en Brasil. Y lanzó el mensaje que hoy late en Orlando:
“No dejen para después lo que pueden hacer ahora… Compitan, carajo. ¡Tenemos que competir todos juntos!”
Se ha convertido en mantra de una escuadra que ya suma diez partidos sin perder en el torneo y que ha eliminado a gigantes como Inter de Milán con un marcador de 2‑0.
Siempre al servicio del equipo
Pero Thiago Silva no solo habla: demuestra. Frente al Borussia Dortmund se convirtió en un auténtico muro: 9 duelos ganados, 7 despejes y 8 duelos aéreos como prueba de autoridad. Y en Charlotte, frente al Inter, volvió a guiar a Fluminense hacia la victoria con una serenidad y colocación que parecían destinadas únicamente a su mejor época europea .
A su lado, veteranos como Fábio aportan experiencia, pero Silva hace más: eleva, transmite, transforma. Su presencia obliga a respetar al Fluminense desde el primer minuto, por como lee el juego y por cómo habla el lenguaje del vestuario.
Thiago Silva no necesita mostrar nada. Ya lo ha probado. Pero vuelve a insistir. Fluminense no juega solo con talento: juega con convicción. Y ese discurso, que mezcla la urgencia con la experiencia, puede convertir este Mundial de Clubes en la historia de un capitán que renació en Orlando bajo la atenta mirada del mundo entero.
