Flick y su obra maestra: el Barcelona volvió a ser el Barcelona

El técnico alemán firmó una temporada histórica que transformó al Barça en un equipo de autor, competitivo y emocionante, capaz de recuperar el orgullo y los títulos
El vestuario del Barcelona celebrando La Liga

La noche en que el Barcelona selló su 28.ª Liga en Cornellà se celebró con fuegos artificiales, pero también con algo mucho más poderoso: la sonrisa de un equipo que supo reinventarse, y la serenidad de un entrenador que convirtió el escepticismo inicial en una revolución silenciosa. Hansi Flick no necesitó grandes discursos. No necesitó promesas. Le bastó con una idea de juego, un vestuario lleno de jóvenes talentosos y una fe ciega en el trabajo. Y el resultado ha sido una temporada inolvidable.

El técnico alemán llegó a Barcelona en junio. En los pasillos se hablaba más de su relación con Pini Zahavi que de sus éxitos con Alemania o el Bayern. Era, para muchos, una solución de transición. Alguien que venía a “aguantar el tipo” mientras el club resolvía sus problemas estructurales. Pero el alemán venía con una carpeta llena de nombres, de conceptos, de análisis profundos y mucho interés en La Masia. Sobre todo, traía una convicción: esta plantilla, si se trabajaba bien, podía competir desde el primer día.

Y compitió. Desde agosto, el Barça mostró un ritmo demoledor: nueve victorias en las primeras diez jornadas de Liga. La gente empezó a mirar de reojo, con cautela, preguntándose si esta vez sí era real. La primera gran señal llegó en octubre. En solo tres días, el Barça vapuleó al Bayern en Champions (4-1) y asaltó el Bernabéu con un 0-4 que rompió pronósticos y complejos. Flick, curiosamente el arquitecto de aquel 2-8 inolvidable de 2020, sellaba la redención blaugrana desde el banquillo contrario.

Pero después del vértigo vino la caída. El Barça encadenó un noviembre negro que casi arruina todo. Dos derrotas y un empate en tres jornadas. Luego, diciembre tampoco trajo alivio: el sistema de defensa adelantada, tan revolucionario como frágil, empezó a mostrar grietas. Flick no reculó. Se mantuvo fiel a su estilo, aunque los puntos caían y el Madrid se escapaba en la tabla. En enero, el Barça era tercero, siete puntos por detrás del líder.

Fue en ese momento donde el equipo empezó a forjar su identidad. Cuando más se dudaba, apareció la primera gran remontada, y no fue una cualquiera. Benfica ganaba 4-2 en Lisboa con apenas 15 minutos por jugarse. El Barça lo ganó 4-5 en la última jugada. Gavi se colgaba de la espalda de Flick en la celebración. El equipo lo había entendido todo.

Desde entonces, el equipo del alemán se especializó en no rendirse. Ganó nueve partidos tras empezar perdiendo, tres de ellos contra el Real Madrid. La Supercopa se conquistó tras un 1-0, terminó 5-2. La Copa del Rey, con un gol de Koundé en el minuto 116, luego de ir por detrás. Y en La Liga, el Clásico de Montjuïc fue la obra final: perdían 0-2… ganaron 4-3.

Cada vez que el equipo caía, renacía. Esa fue la verdadera firma del ex Bayern de Munich. Su plantilla nunca jugó a la perfección, pero siempre lo hizo con valentía. Nunca huyó del riesgo. Y cuando todo parecía perdido, como en la semifinal de Champions ante el Inter, con un gol en contra en el 92’, siempre creyó. Aunque en la Liga de Campeones no alcanzara, por la voluntad no ha sido.

Este Barcelona fue también el de los nombres propios. Lamine Yamal, de 17 años, firmó 16 goles y 24 asistencias en una temporada de ensueño. Pedri brilló con más libertad. Frenkie de Jong jugó como nunca. Raphinha recuperó el aura. Ferran Torres, Koundé y hasta Eric García encontraron un lugar. Szczesny, fichado de emergencia, respondió con carácter.

Todo bajo un vestuario unido, sin jerarquías tóxicas, con los jóvenes como protagonistas. Flick les exigió y los protegió. Corrigió errores, premió la puntualidad, castigó los descuidos, pero jamás dejó de transmitir confianza. Hasta los canteranos lo notaron: Fort, Casadó, Gerard Martín y Bernal se sintieron parte de algo más grande.

Hansi no solo ganó una Liga, una Copa y una Supercopa. Ganó algo aún más valioso: el corazón de una afición que empezó recelosa y terminó rendida a su equipo. En septiembre pedían explicaciones. En mayo piden que no se vaya nunca. Porque este Barça ha vuelto a ilusionar. Ha devuelto el orgullo al escudo, el vértigo al juego y la sonrisa al hincha. Ha hecho de cada partido una montaña rusa y de cada remontada una razón para creer.

Laporta ya mueve ficha para alargar su contrato hasta 2027, pero Flick, fiel a su estilo, sigue hablando solo del “hoy”. Sabe que el fútbol es efímero, pero también que lo que ha construido este año permanecerá. Porque este equipo no es solo un equipo campeón, es una idea, una forma de estar en el campo y en la vida. Un grupo joven, valiente, resiliente, que ha crecido al borde del abismo y ha sabido abrazar la gloria.

Cuando algún día se escriba el relato de esta Liga, cuando se hable de temporadas que marcaron una era, la 2024-25 brillará con luz propia. Será recordada como la Liga que devolvió al Barça su esencia. Como la Liga de Hansi Flick.

Compartir:

Últimas Noticias

Opiniones