El Atlético de Madrid vive un momento de crecimiento sostenido. No ha alcanzado todavía su punto de equilibrio, pero su tendencia es clara: va a más. Y en el centro de ese proceso, una vez más, aparece Jorge Resurrección «Koke», símbolo eterno y corazón de un equipo que ha aprendido a renovarse sin perder su esencia.
El capitán rojiblanco, que anoche alcanzó los 106 partidos en Champions League, fue titular en la victoria ante el Royale Union Saint-Gilloise y volvió a dejar claro que su peso sigue siendo determinante. No solo por su jerarquía, sino porque sigue siendo el futbolista que da sentido al juego del Atlético cuando está sobre el césped.
Un capitán eterno que se ha vuelto imprescindible
Hace poco más de un año, el futuro de Koke era una incógnita. Las lesiones y la irrupción de nuevos nombres como Pablo Barrios o Rodrigo de Paul habían limitado su protagonismo. Pero fiel a su estilo, respondió con trabajo silencioso y rendimiento. Simeone lo recuperó, y el Atlético recuperó con él parte de su identidad.
Ahora, el vallecano vuelve a ser el eje sobre el que gira el equipo. Su lectura de juego, su capacidad para dar continuidad a la posesión y su templanza en los momentos de máxima exigencia lo han devuelto al centro del proyecto. Su entendimiento con Barrios, Gallagher o Almada ha dado equilibrio a una medular que ya transmite solidez y criterio.
Su papel actual: más allá del rendimiento individual, su objetivo es que el colectivo funcione. Y cuando Koke está en el campo, el Atlético se siente más ordenado, más reconocible y más cerca de su mejor versión.
El discurso del capitán ❤️🤍 pic.twitter.com/SnhxZkSJ45
— Atlético de Madrid (@Atleti) August 21, 2025
Simeone y Koke, una sociedad que no entiende de tiempo
Desde su debut en 2009, Koke ha crecido al ritmo del Atlético. Y desde que Simeone llegó, ambos han sido las dos caras de una misma historia. Fue el técnico argentino quien evitó su cesión en 2012, apostando por él como pieza clave del futuro rojiblanco. Trece años después, esa decisión se ha convertido en un ejemplo de fidelidad y éxito compartido.
En cada partido, Koke actúa como prolongación del entrenador dentro del campo. Ordena, corrige, da ritmo y anima. Su influencia táctica es total: cuando él está, el Atlético presiona mejor, ocupa mejor los espacios y sufre menos en transición. Es el punto de equilibrio entre el pasado de hierro y un presente en transformación, donde conviven la veteranía y la energía de los nuevos fichajes.
La experiencia que sostiene una era
Más allá de los números, Koke sigue siendo la brújula que da sentido al Atlético. Ha aprendido a dosificarse, a marcar los tiempos y a mantener la claridad incluso en los momentos de máxima exigencia. En un equipo que mezcla juventud con jerarquía, su figura representa la calma, la constancia y el liderazgo silencioso que Simeone necesita para construir desde la solidez.
El vallecano no solo acumula récords; sigue influyendo cada día, manteniendo el respeto del vestuario y la confianza plena de su entrenador. Su presencia une pasado y presente: fue protagonista de las ligas, las finales europeas y las reconstrucciones, y hoy sigue siendo el hilo que conecta al equipo actual con aquella era dorada.
Mientras el Atlético avanza hacia nuevos desafíos, Koke recuerda lo esencial: la identidad no se negocia. Y 106 noches europeas después, con el brazalete apretado y la serenidad intacta, sigue siendo el alma de este Atlético.






